Cuando tenemos un matrimonio hay que tener en cuenta cada detalle que pueda molestar o no a la otra persona.
Ya que si no somos conscientes de ello podemos causar malestares que poco a poco pueden ir acabando con la relación.
A veces nosotros mismos somos quienes hacemos que una relación no funcione y lo peor de todo es que esto puede ser un acto indirecto.
Ya que no pensamos en lo que hacemos ni en el daño que estamos ocasionando.
Eso fue lo que le ocurrió a Mathew Fray, quien es un bloggero que hace poco compartió una carta donde muestra por qué se terminó su matrimonio, sin embargo, lo hace muy tarde, precisamente cuando ya todo está perdido.
Lee esta carta de un esposo arrepentido
Cuando un matrimonio fracasa es porque algo ocurrió, ninguna relación termina solo porque las dos personas llegan al acuerdo de un final.
Sino que siempre hay errores o problemas, que aunque puedan ser pequeños, si son acumulativos llegará un punto de quiebre.
Lo que compartió Mathew en su blog fue lo siguiente:
«No sé todo lo que hay que saber sobre el matrimonio. Puede que desconozca la mayoría de la información. Pero estoy seguro de una cosa MUY importante: soy un pendejo. Y fui un esposo de mierda.
El domingo de Pascua de este año, mi esposa se quitó el anillo de bodas después de nueve años de matrimonio y me informó que se iba de la casa. Me dolió. Me rompió el corazón. Me dio miedo.
Pero no me tomó por sorpresa.
Porque nosotros (los maridos) tenemos más control del que pensamos.
Y todos nosotros, hombres y mujeres, necesitamos hacernos más responsables de nuestra situación.
Y eso es lo que voy a hacer ahora. Aceptar mi propia responsabilidad.
La pregunta que hoy pongo sobre la mesa es la siguiente:
¿He sido la clase de marido que supuestamente tenía que ser durante los primeros años, y los que siguieron,
de nuestro matrimonio? ¿Alguna vez llegamos a ese punto en el que mi esposa buscaba en otro lado su paz
interna y su felicidad?
Definitivamente, su manera de terminar nuestra relación fue una canallada. No tiene perdón.
Pero es aquí donde tengo que tomar la responsabilidad, al menos una parte, de la posición en la que me
encuentro.
NO era el marido perfecto.
Ni siquiera estoy seguro de haber sido un buen marido.
La amaba, era lindo con ella. Quería hacerla feliz y ganarme su aprobación. Quería cuidarla y darle lo que
necesitaba. Iba a trabajar todos los días por ella. Ella me motivaba. Quería estar con ella para siempre.
Pero fui un pendejo. Un egoísta. Y realmente estaba convencido de que me había reivindicado durante los dos
últimos años de nuestro matrimonio, pero cuando yo estaba creciendo, ella ya se estaba retirando. Los siete
años anteriores fui un marido de lo peor.
Ver el torneo de Masters
No lo sabía en ese tiempo, pero cuatro años antes experimenté un momento decisivo en mi vida durante el
último domingo de la final del Torneo Masters de Golf, generalmente considerado el evento de golf más
popular del año por los fanáticos estadounidenses.
En Ohio, el tiempo alrededor de Pascua de Resurrección y el Torneo de Masters suele estar marcado por el
buen clima, así que hay que aprovechar para disfrutar de la vida al aire libre.
A mi exesposa le encantaba salir. Creció en el campo, y quedarse sentada en un lugar cerrado en un día
soleado no tenía nada que ver con disfrutar del buen tiempo.
Así que, inevitablemente, el clima el día de la final del Masters era magnífico. Nuestro hijo todavía no cumplía
el año. Y mi esposa quería que saliéramos a disfrutar del buen tiempo en familia.
Ir de excursión a un parque nacional en los alrededores
Ir al zoo.
Recorrer un parque en un tren turístico.
Suena bastante lógico, ¿cierto?
Así lo creo.
Pero justo ese domingo, no se me pasó por la cabeza que esto pudiera provocar una fractura en nuestro
matrimonio. Sonaba perfectamente razonable.
Dije algo parecido a esto:
Yo: ‘En realidad, me gustaría ver mi torneo favorito de golf. Solo es una vez al año’.
Esposa: ‘No puedo creer que quieras quedarte sentado dentro en un día tan maravilloso. ¿No quieres hacer
algo divertido en familia?’.
Yo: ‘No quiero quedarme dentro en un día tan bonito, tenía la esperanza de que lloviera, y claro que quiero
pasármelo bien con ustedes, pero ya sabes, el torneo de golf solo es una vez al año. Y resulta que es
justamente hoy y me gustaría verlo. Lo siento’.
Todo este asunto me persiguió durante muchos meses después del Masters. Estaba mirando la televisión en
casa, pero nadie más estaba ahí. Ella ya se había ido. Mi hijo se había ido. Yo estaba ahí. Estaba despierto,
pero no estaba ahí.
Incluso, me dan ganas de investigar quién ganó el maldito torneo ese año, porque sinceramente no puedo
recordarlo. Tal vez Justin Rose o Adam Scott. Pero, de verdad, ¿a quién le importa?
Elegí el Masters en lugar de pasar un domingo perfecto con mi esposa y mi hijo.
¿Y a quién le pareció este plan absolutamente aceptable?
Eres un idiota. Y un marido de mierda. Al igual que yo.
Cometí el peor crimen de nuestro matrimonio, además de las cosas obvias, como mentir, abusar, y cosas
similares.
Dejé a mi esposa sola en nuestro matrimonio
Se parece mucho a lo del domingo de Masters hace cuatro años.
Se parece a cuando se queda en casa el viernes por la noche para cuidar a los niños y hacer diversas tareas, y
mira Mujeres Desesperadas sola en el sofá mientras uno está fuera con sus amigos.
Se parece a cuando te invita a la cama por la noche del Lunes de Fútbol, pero tú estás demasiado ocupado
fantaseando con tu equipo favorito como para estar con ella.
Se parece a cuando ella te pide que la acompañes a un evento familiar en casa de sus padres, y tú te niegas
para poder ver una película solo en casa o pasártelo bien con los videojuegos, jugando golf o póquer.
Se parece a cuando van a una fiesta y te pasas todo el tiempo bebiendo y riendo con tus amigos, y ni una sola
vez le tomas la mano ni le susurras al oído que se ve muy guapa, ni haces contacto con la mirada desde el otro
lado de la habitación, ni le dices ‘te amo’.
Se parece mucho a cuando te vas del hospital el día que nació tu hijo porque quieres dormir, a pesar de que
tu esposa te rogó que te quedaras.
Se parece a cuando no reconoces todas las cosas que hace diariamente para que tú no tengas que arreglártelas
con las citas, el mantenimiento de la casa, la compra de regalos para cumpleaños, bodas y graduaciones, la
limpieza del hogar y otro millón de cosas que me cuesta reconocer porque todavía soy demasiado bruto, a
pesar de que ahora mismo sigo recogiendo los fragmentos de mi casa vacía.
La lección más dura que he aprendido es que puedes tener todas las buenas intenciones del mundo. Puedes
ser amable y encantador. Puedes tener espíritu de sacrificio.
Y se puede romper todo.
El infierno está lleno de buenas intenciones
He escuchado este proverbio toda mi vida y recién ahora me he dado cuenta de lo que significa.
Sabes, es curioso. Pude haber comprado el maldito DVD del Masters.
Y tú también puedes hacerlo.
Somos gente rota. Maridos de mierda.
Pero, caballeros, no tiene por qué ser así»
Evidentemente Mathew notó muy tarde todas las veces en las que actuó mal, pero su experiencia compartida puede servir de ejemplo y reflexión a todos aquellos que pasan por una situación similar. Comparte esta información.